MENOS CEREBRO QUE UN MOSQUITO
Vivo en España y tengo que alertarles.
Salgo a la calle...
Da igual la hora que sea.
Salgo a la calle...
y es una jungla peligrosa.
Está llena de animales.
Es obligatorio llevar mascarilla
pero casi nadie se la pone.
Todas las terrazas llenas
y nadie con la mascarilla puesta.
Desde que comenzó la pandemia
no he visto ni un policía,
ni uno solo vigilando y multando.
Los hay de muchas clases
(locales, provinciales,
autonómicos, nacionales,
espirituales...)
y cobrarán a fin de mes
pero ahí están las calles
rebosantes de irresponsables,
de intocables que atentan
contra la seguridad de todos.
Tengo que alertarles.
No crean las campañas turísticas,
miren más allá del eslogan,
de la seguridad que prometen.
La curva de los contagios desatada
y a nadie parece importarle.
La verdad se oculta, se hace chica
y se respalda la impunidad,
se saltan con descaro las leyes
y no se multa a nadie
aunque están llenas las calles,
a plena luz de cada estresante día.
Solo fomentan las fiestas, las obras,
la contaminación acústica, los bares...
Camino angustiado, esquivando,
tropezando por doquier
con gente sin cerebro
y de voluntad dañina.
Da igual donde mire,
casi todos sin mascarilla.
Tienen menos cerebro que un mosquito.
A los mosquitos puedo aplastarles.
A ellos, no me lo permiten.
¡Y me hierve la sangre!
Salgo a la calle...
y es una jungla peligrosa.
Está llena de animales.
Más de 51.000 fallecidos por coronavirus en España y muchos de los que se "curaron", sufriendo graves secuelas. A nadie parece importarle.
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